miércoles, 14 de agosto de 2013

Un día especial.

Todos los domingos por la mañana enciendo la tele y pongo Divinity,
después de varios programas de uno de mis hobbies favoritos (la repostería),
veo los típicos programas de vestidos de novias. Veo como esas chicas se emocionan al
encontrar el vestido con el que siempre han soñado y veo como sus madres lloran de felicidad
al ver que su niña va a dar un gran paso en su vida.
Todas las chicas soñamos desde pequeñas en el día de nuestra boda, soñamos con que ese día sea especial y con el tiempo nos damos cuenta que solo es especial por la persona con la que te casas,
porque te unes con esa persona en un lazo matrimonial y se forja una nueva familia.
Cuando preparas la ceremonia quieres que todo quede perfecto, porque es tu día, el tuyo y el de tu pareja, y quieres que ese día perdure por siempre en la memoria. Encuentras el vestido y te imaginas junto a tu prometido con su traje; piensas en que él es tu príncipe, el príncipe de cuento que siempre soñaste y que el día en que el destino os unió, pasó de cuento a la realidad. Te sientes la chica más feliz del mundo por estar al lado de esa persona que tanto amas y vas a dar un paso junto a esa persona que va a marcar vuestras vidas.
Siempre he pensado en que lo que hace especial ese día, es la felicidad que comparte esa pareja de recién casados, que han reunido a toda su familia y amigos y se han esforzado muchísimo para hacer de un día normal, el día más importante de sus vidas.




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